viernes, 11 de julio de 2014

EL BLANCO LE SIENTA MAL A LA ROJA EN LOS MUNDIALES

Siempre he sentido curiosidad por saber quién -y sobre todo por qué- ordena  que Alemania vista de franjas rojinegras contra Brasil o que Francia haya jugado tantas veces contra España de blanco. La camiseta  titular germana es blanca y la brasileña, amarilla, dos colores que no generan confusión entre sí. Y la indumentaria de la Roja y les Bleus tampoco da mucho lugar a despistes.

Una rápida investigación por la red explica que las televisiones deciden, y que en el caso del España-Países Bajos del pasado 13 de junio la exigencia era que un combinado luciera tonos claros mientras que el contrario debía ataviarse de oscuro. Por ello, la Roja se disfrazó de blanco y la Oranje, de azul marino. El resultado fue pésimo para los de Vicente del Bosque, pero no era la primera vez que la selección mordía el polvo en un Mundial enfundada en una equipación blanca.

En su bautismo de fuego en Francia 98, la Roja mudó de vestimenta habitual y cayó 3-2 contra la a priori asequible Nigeria. Pero más duro, por lo que se tuvo a mano y no se pudo conseguir, fue lo ocurrido cuatro años atrás en el Mundial de Estados Unidos.

Hace justo dos decenios, la selección española se medía a la de Italia en los cuartos de final. Fue un encuentro vibrante, eléctrico, con una España muy superior a la Azzurra durante gran parte del juego, pero resuelto por los transalpinos con un toque de calidad de Roberto Baggio y otro de violencia por parte de Tassotti. Su codazo -en esta ribera del Mediterráneo se le conoce sólo por eso- hizo trizas el tabique nasal de Luis Enrique y las esperanzas de una afición que hubo de aguardar demasiado tiempo para ver a los suyos entre los grandes del fútbol.



Dieciséis años después, el equipo nacional tocaba el cielo en Johannesburgo. Su oponente en el último partido de Sudáfrica 2010 fue el mismo que el de su aciago debut en Brasil 2014: un rival uniformado de naranja. La confusión visual entre la elástica oficial neerlandesa y la española estaba servida, y fueron los nuestros quienes cambiaron de color. Y no eligieron el blanco.

Hoy se cumplen cuatro años del día que Andrés Iniesta, vestido de azul, hacía realidad el mayor de los sueños de la Roja.

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