jueves, 10 de julio de 2014

ARGENTINA SALVA (DE MOMENTO) EL HONOR DE AMÉRICA

Decepcionante. Ésa es la palabra que mejor resume la participación de Argentina en los mundiales de fútbol de las dos últimas décadas. La Albiceleste siempre tuvo que hacer las maletas cuando le tocó enfrentarse al primer rival complicado: en 1994 perdió en octavos de final ante la Rumania de Hagi y Dumitrescu; en el 98, en cuartos frente a los Países Bajos de Bergkamp, Kluivert, Davids y compañía; en 2002 encalló en la primera fase tras quedar encuadrada en el mismo grupo que Inglaterra y Suecia; y en 2006 y 2010 sucumbió en cuartos a manos de Alemania, la última de ellas con humillación incluida.

Es difícil buscar explicaciones al fracaso continuado de una selección que, pese a haber contado todos estos años con magníficos jugadores -Batistuta, Redondo, Simeone, Ortega, Zanetti, Crespo, Aimar, Ayala, Tévez, Agüero, Messi...-, ha caído eliminada demasiadas veces antes de lo esperado. La prolongación de derrotas podría tener una razón, y quizá sea que la sombra de Diego Armando Maradona ha sido demasiado alargada para sus sucesores.



La participación de Argentina en Brasil 2014 se ha caracterizado por la escasa entidad de sus contrincantes... hasta las semifinales. Para alcanzar esa penúltima ronda tuvo que superar -y en varios casos con grandes dificultades- a Bosnia, Irán, Nigeria, Suiza y Bélgica.

Pero, con suerte o sin ella, el equipo nacional argentino alcanzó su ronda talismán: la Albiceleste nunca perdió una semifinal -triunfó en las de Uruguay 30, México 86 e Italia 90, así como en la segunda fase de Argentina 78- y se ha agarrado a esa tradición para deshacerse esta vez de un adversario complicado como Países Bajos. En un partido con muy pocos detalles para el recuerdo, con dos contendientes más preocupados por mantener su puerta a cero que de buscar la meta rival, Messi y sus compañeros reservaron el billete para Maracaná en lo que muchos siguen llamando la lotería de los penaltis.

Sin brillo, pero con eficacia, Argentina ha salvado el honor de América, puesto que en toda la historia de los mundiales ninguna selección europea consiguió proclamarse campeona en el Nuevo Continente. De haberse rendido a la Oranje, habría sido cruel para el otro lado del Atlántico ver a dos aspirantes de esta orilla del océano luchando por el cetro del fútbol en el Nuevo Mundo. Si la todopoderosa Alemania pretende asaltar el trono mundial profanando suelo americano, es hermoso que lo haga frente a alguien que pueda defenderlo.


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